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El Asombro del Adviento y la Misión de la Iglesia

Administracion General

Publicado originalmente en OMIWORLD.ORG

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por Alberto GNEMMI, OMI, Consejero General para Europa

En pocos días, la liturgia nos abrirá las puertas del Adviento para contemplar el misterio de la Natividad de Jesús.

Este tiempo nos invita a reflexionar sobre la maravilla de la Encarnación: el Dios invisible que se hace visible en la humanidad de Jesús de Nazaret. Un misterio que recuerda a los creyentes que el Dios de la Biblia es el Dios de la historia, quien, en Cristo, quiso ser compañero de la humanidad para revelar su rostro y ofrecernos plena comunión con su vida divina, marcada por la paternidad.

Es sobrecogedor pensar que, hace dos mil años, “Uno de nosotros fue Dios”. Un Hombre entre los hombres, pero también Emmanuel, “Dios con nosotros y por nosotros”, quien, con su entrega en el Gólgota, nos hizo hermanos y hermanas suyas, hijos del Padre.

El Asombro de la Fe

¿Cómo no maravillarnos ante un Dios así? ¿Hemos perdido, como cristianos, esta capacidad de asombro? Meditar en el valor que cada ser humano tiene para Dios debería conmovernos profundamente. Los Padres de la Iglesia no temieron afirmar que “Dios se hizo hombre para que el hombre se hiciera como Dios”. Más aún, para que fuéramos hijos de Dios. En el Verbo Encarnado, quien se hizo “Uno de nosotros”, no solo encontramos la imagen de Dios, sino también su misma sustancia presente en nuestra carne. Este es el Misterio que la fe proclama con alegría y que no puede permanecer callado.

La Misión de la Iglesia

La Iglesia, en cada creyente y en sus comunidades, sabe que la Verdad de la Encarnación no puede ser silenciada. Todo ser humano tiene derecho a saber que pertenece a un Dios que es Padre, un Dios que, en su Hijo Unigénito, nos hizo hijos suyos. Por esto, la misión de anunciar el Evangelio pertenece a la misma naturaleza de la Iglesia. Es la vestidura de los bautizados. La misión de evangelizar es para la Iglesia una necesidad que brota de este Dios, extraordinariamente hermoso. ¡Asombroso!

Por eso el Adviento, especialmente para nosotros los cristianos, es tan querido.

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