Reconciliación: La Medalla Más Grande
Publicado originalmente en OMIWORLD.ORG
Presione aqui para leer en Ingle
por Jim BROBST, OMI, Consejero general, Región Canadá-Estados Unidos
Este mes, durante la conmemoración del Día del Recuerdo en Canadá y el Día de los Veteranos en Estados Unidos, reflexioné sobre la herencia de estas fechas. Ambas, marcadas el 11 de noviembre, evocan el fin de la Primera Guerra Mundial, conocida como “la guerra para acabar con todas las guerras”. Sin embargo, las guerras han continuado, dejando heridas profundas en las naciones y en las personas.
Mi familia vivió esta realidad de una manera única. Mi padre, veterano de la Segunda Guerra Mundial, conoció a Hans, un exsoldado alemán, en su lugar de trabajo años después del conflicto. A pesar de haber luchado en lados opuestos en la Batalla de las Ardenas, eligieron forjar una amistad y un vínculo familiar. Sus hogares se convirtieron en espacios compartidos donde celebrábamos Navidad y Acción de Gracias juntos, rompiendo barreras culturales e históricas.
Un desafío para hoy
La historia de mi familia es un recordatorio poderoso de que la reconciliación es posible, incluso cuando parece improbable. En nuestro mundo actual, las divisiones son muchas: conflictos como el de Ucrania, las heridas de las Escuelas Residenciales Indígenas en Canadá, las tensiones raciales en Sudáfrica o la polarización política en Estados Unidos. Estas divisiones no solo afectan a las naciones, sino también a las familias y comunidades de fe. En cada lugar donde los Oblatos servimos, la necesidad de pacificadores es apremiante. Nuestra misión no se limita a evangelizar; también incluye sanar divisiones y ser puentes entre culturas, generaciones y perspectivas opuestas.
El poder transformador de la reconciliación
La reconciliación no es una simple idea abstracta; es una acción concreta que transforma vidas. La viví personalmente al crecer en una familia que eligió el perdón y la amistad por encima del resentimiento. Esa experiencia me enseñó que la reconciliación es tanto un regalo como una tarea. Como cristianos, este llamado es parte integral de nuestra identidad. En el bautismo, somos enviados a ser embajadores de paz y unidad. Hoy, la pregunta que se nos plantea es: ¿con quién necesita el mundo que nos reconciliemos? La verdadera valentía no reside en vencer a un enemigo, sino en convertirlo en amigo.
Reconciliarnos es otorgar la medalla más grande, no a quienes triunfan en la guerra, sino a quienes eligen la paz. ¿Nos atreveremos a recorrer ese camino?