The Missionary Oblates of Mary Immaculate serve poor and abandoned people in the United States and 70 countries around the world.

Un corazón lleno de gratitud: Mi viaje a Vietnam

Vietnam

Publicado originalmente en OMIWORLD.ORG

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por Asodo ISTOYO, OMI

Durante dos semanas, Vietnam me abrió su corazón y me sentí como en casa en este hermoso país verde. Desde mis primeros momentos hasta mis últimas despedidas, me encontré con una amabilidad y una hospitalidad que superaron todas mis expectativas. El pueblo vietnamita, con su naturaleza amable y respetuosa, me mostró cómo es la esperanza reflejada en la vida cotidiana.

El abrazo de la comunidad oblata

El P. Antoine DINH Xuan Hùng, Superior de la Delegación de Vietnam, junto con el P. Anthony NGUYEN Van Nghiêu y el P. Roland JACQUES, me acompañaron a lo largo de esta visita inolvidable. La comunidad del escolasticado, bajo la dirección del P. Philippe HUYNH Xuân Hưởng, me acogió calurosamente. En cada casa oblata que visité, encontré hermanos dispuestos a compartir su vida y su trabajo, abriéndome las puertas y permitiéndome ver la misión en acción.

Vivir la visión de nuestro Fundador

En Vietnam, fui testigo de cómo la visión de nuestro Fundador vive y respira en cada oblato. Al igual que San Eugenio de Mazenod en Aix en 1812, estos oblatos se entregan a la educación de los jóvenes y llevan la Buena Nueva a los pobres. Trabajan en zonas remotas, atendiendo a los más necesitados, especialmente a los niños. Su alegría brota de una vida sencilla centrada en la oración y la Eucaristía. La vida comunitaria les da fuerza y apoyo: ningún oblato camina solo.

Una misión compartida con los laicos

Lo que más me inspiró fue la colaboración estrecha entre oblatos y laicos en todo Vietnam. Laicos comprometidos apoyan cada ministerio, ofreciendo sus manos y sus corazones para hacer avanzar la misión. Juntos, oblatos y laicos trabajan como peregrinos de esperanza para la joven generación de Vietnam. Los rostros alegres y las sonrisas inocentes de los niños llenaron mi corazón de alegría, y la incansable dedicación de los oblatos y sus colaboradores laicos me mostró el verdadero espíritu de la labor misionera.


Al mirar hacia atrás, mi corazón se llena de gratitud por cada persona que conocí: oblatos, laicos y, sobre todo, los niños de Vietnam. Este país, con su gente trabajadora y su inmenso espíritu de esperanza, ha dejado una huella duradera en mi memoria. La amabilidad y la alegría de su gente siguen inspirándome, y me siento agradecido por haber compartido momentos tan significativos con ellos.

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