Mensaje para el lanzamiento de las Orientaciones de la misión con los Jóvenes
Publicado originalmente en OMIWORLD.ORG
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Queridos jóvenes para mi es una alegría enorme poderme encontrar con todos ustedes. Espero que en algún momento podamos encontrarnos presencialmente cuando visite cada uno de sus países en los próximos años. Este momento que para mí, es mucho más que un simple encuentro virtual. Agradezco todo el trabajo que la Comisión de la Misión con los jóvenes ha realizado en todos estos años y que han producido estos documentos que considero importantísimos para nuestra misión en común. Agradezco también el trabajo de todos los que hacen posible este encuentro. Agradezco el esfuerzo de todos ustedes para participar, algunos con grades sacrificios por el horario. Desde un punto al otro del mundo, y desde la mañana a la noche, estamos reunidos con una pasión común: que Jesús sea anunciado a los más pobres y que los jóvenes de nuestra familia carismática sean los protagonistas de esa misión.
He pensado en estos días en lo que ocurrió en Aix cuando san Eugenio fundó la Congregación de la juventud. En esos días, san Eugenio junto con algunos jóvenes, anunciaba la Buena Nueva a otros jóvenes. Todos descubrieron que era importante crear una asociación para dar más solidez a su acción misionera. Por eso san Eugenio escribió unos estatutos en los que expresaba su visión misionera: hacer que los jóvenes fueran plenamente humanos, cristianos y santos.
Un día como hoy, Eugenio y los jóvenes se reunieron para leer esos estatutos, discutirlos, rezar y poner en marcha la Asociación de la Juventud Cristiana de Aix. Imagino la emoción de aquel primer grupo de jóvenes al sentirse identificados con la propuesta que san Eugenio hacía: cuánto entusiasmo al sentirse felices de participar como miembros activos de la Asociación. Cuánta generosidad al ponerlos en práctica y cuántos frutos misioneros nacieron de ese primer encuentro.
Ustedes hoy son esos jóvenes que están reunidos con san Eugenio y con toda la familia carismática que él inició. Son jóvenes de todas las partes del mundo y representan a otros muchos que tal vez no han podido estar presentes hoy. Vienen a este encuentro desde diversos países de África, América, Europa, Asia, Oceanía. Todos somos hijos de san Eugenio y hermanos en esa gran familia que el Espíritu Santo ha regalado a su Iglesia y que comenzó con san Eugenio y con un grupo de jóvenes. Una gran familia con diversas expresiones carismáticas: laicos, consagradas, consagrados. Deseo que todos podamos tener los mismos sentimientos de aquellos jóvenes de hace 200 años, la misma pasión, el mismo entusiasmo.
Hoy lanzaremos oficialmente las líneas guía para la misión con los jóvenes. Este documento es una herramienta que será muy útil y que tiene muchos recursos para desarrollar nuestra misión. El documento quiere servir a todos pero sobre todo a los jóvenes para que desarrollemos nuestra identidad como misioneros de los pobres y como miembros de una familia que ha dado tantos santos en la Iglesia. No debe ser un documento muerto, se tiene que hacer carne en la vida de cada uno. Nuestra propia vida nos ayudará a hacer del documento algo dinámico, siempre al servicio de la misión, un documento vivo que nos ayuda a vivir la alegría del evangelio y la alegría de ser misioneros.
Aún más importante es saber que este documento expresa nuestra identidad carismática y refleja el sueño misionero de san Eugenio y los primeros jóvenes. Así pues, es también un documento que expresa la comunión entre nosotros. Comunión también con todas las generaciones de jóvenes y oblatos que han sentido el llamado de ser misioneros en nuestra familia carismática. ¡Qué bonito es saber que estamos recorriendo nuevos caminos pero siguiendo las huellas de todos los jóvenes misioneros que nos han precedido! ¡Qué bonito es pensar que nosotros estamos abriendo nuevos caminos para otros que vendrán detrás de nosotros! ¡Atrevámonos a ser misioneros con los jóvenes! ¡Seamos protagonistas de la misión!
Queridos jóvenes, confío mucho en ustedes. Tengo la convicción que ustedes nos ayudarán a renovar nuestra familia carismática. Como saben, en los primeros años de nuestra existencia, los jóvenes y los oblatos caminaron juntos. Compartían momentos de oración común en la capilla de los oblatos de Aix; compartían juegos y momentos de reflexión. Compartían sus penas y alegrías. Sobre todo compartían la misión común. Hoy, como ayer, son ustedes, jóvenes, los que pueden ayudarnos a renovarnos en nuestra identidad cristiana y nuestra misión oblata. Tengo tanta esperanza en ustedes que me atrevo a pedirles que con su entusiasmo nos ayuden a ser santos misioneros a todos los oblatos y a los demás miembros de nuestra familia carismática. Creo que san Eugenio mismo, a través de mis palabras, les confía esta misma misión: sean los protagonistas de la renovación de toda nuestra familia y ayúdenos a ser la familia misionera más unida de la tierra.
¿Cómo podemos hacerlo? Se trata de vivir el Evangelio para ser plenamente humanos, cristianos y santos. Se trata también de salir de nuestras comodidades e ir al encuentro de otros jóvenes para hacerles ver que ellos también pueden formar parte de nuestra aventura misionera. Se trata de ayudarnos mutuamente a responder a la voluntad de Dios que quiere el bien para todos y no excluye a nadie de su promesa de salvación. Se trata, simplemente, de dejar que el Espíritu Santo lleve a plenitud el sueño de Dios para cada uno de nosotros. Ese es el objetivo de los documentos que hoy ponemos en vuestras manos. Gracias a todos y cada uno de ustedes por atreverse a ser los protagonistas de esta aventura.
Nuestro último Capítulo general nos invitaba a ser peregrinos de esperanza en comunión. Vayamos todos juntos en esta peregrinación en la que Jesús sale a nuestro encuentro como lo hizo con los discípulos en el camino de Emaús. Una peregrinación misionera para dar la esperanza a los pobres y al mundo. Juntos en comunión con los jóvenes y los pobres para vivir la alegría del Evangelio. Pido al Señor que nos regale la misma pasión de san Eugenio por Jesucristo, la Iglesia, María y los pobres. Que María nos acompañe con su sonrisa maternal en medio de nuestra dificultades. Que san Eugenio y todos los beatos oblatos, muchos de ellos murieron muy jóvenes, intercedan por nosotros y nos ayuden a renovar a toda la familia misionera. ¡Alabado Jesucristo y María Inmaculada!