El Hermano Edgard FRANKEN, OMI es un belga que ha estado sirviendo en Bolivia desde diciembre de 1976. Cuando entró en los oblatos ya era un médico cualificado. Aquí nos comparte los retos de los oblatos y del pueblo en Bolivia durante este tiempo de enorme dificultad a causa de la pandemia covid-19.
De momento hay pocas noticias esperanzadoras que contar. Los mensajes de las cadenas de televisión que eran un mal augurio son verdadera realidad. El noticiero ha declarado: “ni los ricos encuentran puesto en los hospitales”. En estos días las infecciones se concentran principalmente en Cochabamba y luego Santa Cruz y Beni, hospitales superpoblados, hay falta de equipos, medicamentos, equipos para las pruebas, los equipos de protección y de oxígeno. Los precios a menudo desorbitantes para los que intentan procurarse medicamento o una buena máscara bucal. Muchos miembros del personal médico dan positivos o están enfermos. Las pompas fúnebres no saben qué hacer con el difunto ni dónde enterrarlo. En El Alto (La Paz), allí donde en torno se enterraban cada día ocho personas, ahora son 40 entierros diarios. Las mismas escenas que hemos visto en Ecuador, Perú y Brasil.
En nuestro grupo oblato hay pocos jóvenes. Pascual, un hermano oblato enfermero, ha perdido un hermano y una hermana. Calixto, nuestro provincial, ha perdido a su cuñado… por tanto el drama nos toca de cerca. En Huachacalla, una pequeña aldea en la frontera con Chile en donde los oblatos e incluso yo mismo trabajábamos hace unos años y donde conocemos muy bien a sus habitantes, 24 personas han muerto en pocas semanas en una población de pocos cientos. Ayer el obispo de El Alto, Monseñor Eugene Scarpellini (66 años de edad) ha muerto por el corona. Vivimos en cuarentena desde hace más de tres meses, pero el 70% de la población depende de lo que pueda ganar en ese día. Por eso muchos están obligados a ignorar o combatir las medidas sanitarias.
Además, después de las elecciones del año pasado, probablemente fraudulentas, Bolivia está inmersa en una atmósfera de inestabilidad política con controles policiales en la ruta y manifestaciones que aumentan considerablemente el riesgo de contagio.
En medo de estas dificultades, intentamos hacer lo que podemos. Nuestros presbíteros oblatos intentan apoyar al pueblo en lo que se les permite, incluida la oración y las celebraciones eucarísticas a través de la red internet. Yo mismo abandoné Oruro para ir a Cochabamba y ayudar a la comunidad de oblatos ancianos y necesitados y que por el momento no encuentran otra solución. Entre tanto, intento ayudar, en parte también virtualmente, en un centro de curas de un establecimiento de jóvenes con grandes hándicaps que cuentan solamente con tres religiosas muy valientes en este tiempo de corona. Sufren de una falta de personal y de apoyo moral. Felizmente dos jóvenes jesuitas han venido para vivir con ellas temporalmente en cuarentena. Seis trabajadores vienen a ayudar cada día, pero una infección basta para encender la alarma. Esperamos y rezamos para que no eso se produzca. Un fuerte testimonio hoy es que todos los oblatos, jóvenes y ancianos, continúan trabajando en sus campos de actividad con sus semejantes.
p.s. Traducción de una carta destinada a ser publicada en AKKOORD, circular flamenca de la Provincia oblata de Bélgica-Holanda.