The Missionary Oblates of Mary Immaculate serve poor and abandoned people in the United States and 70 countries around the world.

Tres generaciones hacen una familia

Publicado Originalmente en OMIWORLD.ORG

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576-aosta-6Durante más de 60 años, los Oblatos han estado al servicio de la Parroquia de Maria Ss. Immacolata en Aosta. El ordinario del lugar, Mons. Franco Lovignana describe cómo ve la presencia de los Oblatos en su diócesis:

Considero la presencia de los Misioneros Oblatos como un gran don que el Señor ha concedido a nuestra diócesis… Podría decir que veo a los Misioneros Oblatos de la diócesis de Aosta como una presencia de “comunión”. Aportan la levadura de la comunidad, y a veces son un estímulo para vivir la comunidad con su contribución en los organismos presbiterales y pastorales de la diócesis y de la ciudad de Aosta. La comunidad Oblata se ha integrado siempre bien en la Iglesia local y en el presbiterio. No es poca cosa el testimonio de vida fraterna que ofrece una comunidad de sacerdotes, también a los laicos. Además del espectáculo que ofrecen, desde el punto de vista de la caridad, y también desde la perspectiva de la solicitud pastoral por los pobres, que han sido una característica del ministerio parroquial de la Iglesia de la Immacolata desde sus inicios como parroquia, quisiera subrayar ciertas iniciativas que han ido creciendo hasta alcanzar una especial importancia: la pastoral juvenil, la pastoral familiar, la acogida de penitentes para el Sacramento de la Reconciliación y el acompañamiento espiritual, y el acompañamiento a las personas heridas por la ruptura de su matrimonio. Además de todas estas consideraciones, personalmente, querría añadir que los Misioneros Oblatos han logrado hacer que brille su carisma en esta ciudad nuestra.

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El P. Grzegorz GLABAS, un joven vicario de la parroquia, nos ofrece algunos detalles de estos sesenta años de presencia:

La historia de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada en Valle d’Aosta comienza hace más de un siglo, en los años 1902-1921, cuando se establecieron en el priorato de Saint-Pierre, a donde transfirieron su noviciado. Esto fue sobre todo resultado de la supresión de las órdenes religiosas en la República de Francia a principios del siglo veinte. Y fue ahí donde el futuro obispo de la ciudad de Aosta, Mons. Maturino BLANCHET (†1974), ingresó como novicio en los Oblatos.

En 1939, Mons. Francesco Imberti confió la iglesia de la Sagrada Cruz de la ciudad de Aosta a los Oblatos. El 22 de agosto de 1949, Mons. Blanchet emitió el decreto de erección de una nueva parroquia, bajo la advocación de Maria Ss. Immacolata. El 8 de diciembre de 1954, Mons. Blanchet bendijo la primera piedra de la nueva iglesia que sería consagrada en 1956.

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P. Lino Maddalena – La primera Misa en la parroquia

Desde entonces, numerosos oblatos han servido aquí. Lo que es más, ésta es ya la tercera generación de habitantes de este distrito que, como sus predecesores, siguen formando una comunidad parroquial. Ellos mismos afirman que su comunidad se caracteriza por algo especial – el “Espíritu Oblato”.

Entre las muchas actividades de la parroquia, hay un especial compromiso con las misiones en otros países, particularmente en Senegal y Laos. Muchos de los parroquianos han tenido la oportunidad de encontrar a los misioneros, incluyendo al Beato Mario BORZAGA. Algunos de los parroquianos también han participado en trabajos misioneros voluntarios en África. Así, en la parroquia, nunca ha faltado “el espíritu del Fundador de los Oblatos – S. Eugenio de Mazenod”.

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La segunda fase de la vida parroquial, cuando los protagonistas eran ya la segunda generación de feligreses, estuvo marcada por dos acontecimientos importantes. En los años 1984 y 1999, se realizaron dos Misiones, en colaboración con la parroquia vecina de Saint-Martin de Corléans. Las dos iniciativas fueron posibles sobre todo gracias a los esfuerzos de dos oblatos: Los PP. Walter VERZELETTI y Fernando GARGANTINI, y a la colaboración de los miembros de las dos parroquias. Estos dos importantes acontecimientos han dejado su huella en las vidas de las familias y en esta parte de la ciudad, y fuera de ella. Hoy, los jóvenes de aquella época son ahora gente madura comprometida activamente en la vida de la parroquia. Como ellos mismos dicen, los Oblatos les aportaron el carisma de ser misioneros – de predicar el Evangelio – y de crear nuevas realidades. Sienten con fuerza el espíritu de comunidad, tanto en lo que viven dentro de la parroquia como en lo que presencian del testimonio de la comunidad Oblata.

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Ahora, en esta vida parroquial activa, se inician sus hijos, la tercera generación. Los principios son los mismos que los de sus padres y abuelos: campamentos de idiomas de verano, el oratorio, la catequesis. Pero el aspecto de esta zona del Valle ya no es el mismo que tenía hace 60 años. Los Oblatos y la comunidad parroquial afrontan ahora nuevas formas de pobreza y nuevos cambios socio-culturales y religiosos. Frente a esto, el interrogante que surge de manera casi espontanea es: Los Oblatos, que traen consigo el espíritu de misión y de vida comunitaria, ¿tienen aún algo que ofrecer? La respuesta la dan los jóvenes. En estos últimos meses, algunos de ellos, de Aosta y alrededores, han participado en dos acontecimientos: la Jornada Mundial de la Juventud Oblata en Wroclaw, Polonia, y una peregrinación a la casa madre de los Oblatos en Aix-en-Provence, Francia. Según sus mismas palabras, para ellos fue toda una experiencia “que deberían repetir mil veces”. Entre muchas otras cosas que mencionaron, hay una que sobresale – el espíritu de comunidad que experimentaron.

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El actual Superior de la comunidad, el P. Palmiro DELALIO, ve así el futuro de la comunidad: Ningún ministerio nos es ajeno siempre y cuando sea escogido por este propósito principal: “Enseñar quién es Jesucristo”. Nos parece que nuestra presencia aquí en el Valle d’Aosta responde completamente a la exigencia de nuestra vocación: nos permite vivir una vida de comunidad intensa. Además, no faltan pobres a los que evangelizar; la pobreza material que no deja de aumentar; y la pobreza de valores, especialmente en el campo de la familia y de la sociedad. Así tenemos ante nosotros una esfera de actividades que corresponde totalmente al ideal de nuestro carisma.

 

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