Los Oblatos con la gente en las zonas de guerra
Publicado Originalmente en OMIWORLD.ORG
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(El P. Pawel WYSZKOWSKI, Superior de la Delegación de Ucrania, viajó recientemente a la zona de guerra de ese país, junto con el escolástico Hno. Andryi HAVLICH. Esta es su historia de una crisis en curso, pasado por alto por gran parte de los medios de comunicación.)
En Ucrania, durante cerca ya de tres años, ha habido una guerra en el este. Algunos simplemente lo catalogan de conflicto; los medios occidentales han dejado de hablar de ella, pero afecta profundamente a nuestra Delegación de Ucrania y Rusia, en la que trabajan 31 oblatos en 18 parroquias repartidas por todo el país. Es una constante preocupación para nosotros, aunque las casas no se encuentren en las regiones desgarradas por la guerra con Rusia.
Como misioneros, no podemos ignorar algo que afecta tan profunda y amargamente a la gente de nuestro país y a sus familias, ni a nuestros feligreses, algunos de los cuales son refugiados llegados de las zonas afectadas por la guerra.
La casa más cercana a la zona de guerra es la comunidad de Poltava (en la diócesis de Kharkiv – Zaporizhzhia). Aunque el frente de batalla está a unos 200 kilómetros, los Oblatos pueden oír en la distancia helicópteros militares que transportan docenas de heridos a los hospitales ya abarrotados.
Muy recientemente, con el escolástico Andryi Havlich, salimos hacia el campo de batalla como parte del “Servicio Cristiano de Salvación” para servir tanto a soldados como civiles. Como no era posible conducir por las carreteras bombardeadas, viajamos a nuestro destino en tren.
Sólo pudimos llevar con nosotros las siguientes cosas: objetos personales, una casulla, oleo de los enfermos, el Santísimo Sacramento, vendas, y un chaleco antibalas. Los otros objetos fueron enviados por correo ordinario. Teníamos paquetes que contenían cosas para la población civil (p. ej. necesidades básicas, medicamentos, comida, ropa, mantas, detergentes para limpiar). Un vehículo del “Servicio Cristiano de Salvación” nos recogió en la estación y nos llevó al lugar de nuestro ministerio. Es de notar que este lugar no estaba en la línea del frente, a menudo bajo fuego intenso.
Durante la semana que pasamos allí, viajamos a distintos lugares, pasando sólo una noche en la misma cama, a veces durmiendo en el suelo, o sobre tierra en una tienda – “como en una guerra”. Como parte del ministerio pastoral teníamos conversaciones, confesiones, unciones de enfermos, heridos y moribundos; celebramos la Eucaristía (en chozas, tiendas, pasillos de hospitales, áticos y, cuando hacía bueno, simplemente al aire libre).
En los últimos dos años la gente ha sufrido mucho; durante más de medio año no han tenido ni electricidad ni calefacción. Durante un año no han percibido ningún salario; cada día simplemente vivían “en el presente” y en sus labios sólo había una jaculatoria: “¡que se acabe ya esta guerra!” Algunos han sufrido infartos por la conmoción; otros han perdido sus casas; otros han caído en la desesperación y el alcoholismo; otros viven con la esperanza de ver tiempos mejores.
Los voluntarios del “Servicio Cristiano de Salvación” y de la Escuela Cristiana de Vida y Evangelización ofrecen este servicio a gente sencilla y de buena voluntad. Los voluntarios son jóvenes que han consagrado su vida, sus corazones y su valentía a mostrar con el ejemplo que las mismas vidas de las víctimas de guerra son muy importantes para Dios, y que Dios nunca las abandona.
Ayudan a niños que están creciendo bajo el ruido de las balas y de las bombas. Muchos de estos niños han tenido que pasar más de una noche en el sótano por las explosiones que hacían que las noches estuvieran tan iluminadas como el día. Tiemblan ante los sonidos de la guerra, pero por la mañana tienen de nuevo el valor de ir al jardín de infancia y a la escuela.
Los voluntarios viven en la auténtica pobreza y de forma muy sencilla, pues todo lo que obtienen de los bienhechores lo dan a los pobres. Acudimos allí no sólo para llevar una “ayuda humanitaria” más a la gente necesitada o a los soldados, sino para llevarles la Cruz; a menudo estos son los encuentros más conmovedores, las conmovedoras confesiones de los que acuden a ella tras muchas décadas. Y por encima de todo, la alegría en los ojos de las personas al saber que el Señor los ha encontrado incluso en estas circunstancias y condiciones.
Muchos de los mayores que han vivido décadas de comunismo durante la era de la Unión Soviética están sin bautizar y no han ido nunca a la iglesia. Pero cuando se les ofrece asistencia espiritual, su bienestar emocional mejora mucho; se sienten más seguros, se reduce su estrés; están en paz aun cuando se enfrentan a los horrores de la guerra. Muchos de ellos tienen hambre y sed de ayuda espiritual. Son muchas las oraciones hechas en y para la región.
Ultimas observaciones: según la ONU, el número total de muertes documentadas en la guerra en Donbass iniciada el 6 de Abril de 2014, es ya de 9.800.