Mensaje del 36º Capítulo general
Publicado Originalmente en OMIWORLD.ORG
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Queridos hermanos misioneros oblatos,
Queridos hermanos y hermanas de la familia Mazenodiana,
1. En este año jubilar del 200 aniversario de la fundación de la Congregación de los Misioneros Oblatos de María Inmaculada, damos gracias al Señor. Miramos al pasado con agradecimiento, comenzando por S. Eugenio de Mazenod y cada uno de nuestros predecesores, y llegando hasta nuestros hermanos ya mayores, a los que saludamos de un modo especial.
2. En estos tiempos de grandes cambios globales, respondemos a la llamada del Espíritu, como S. Eugenio de Mazenod en su Prefacio a la Regla Oblata, dando un nuevo impulso a la misión, nuestra razón de ser: estar cerca de los nuevos rostros de los pobres, de los más abandonados, y compartir la Buena Nueva de la que somos testigos.
3. En este mundo que Dios ama, con toda sus riquezas y su belleza, y contemplándolo, al igual que San Eugenio, a través de la mirada de Cristo crucificado:
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Evidenciamos nuevas formas de pobreza, especialmente entre los jóvenes: fundamentalismo, individualismo, materialismo, consumismo, adicción al mundo digital… Mas también vemos el sufrimiento de familias, jóvenes, personas en soledad, y mayores.
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Reconocemos problemas urgentes que nos interpelan poderosamente: la situación de los refugiados, los sintecho y los migrantes obligados a salir de sus países, así como la devastación del medio ambiente.
- Percibimos víctimas de la injusticia y de la violencia, especialmente los pueblos indígenas y las minorías, las víctimas del tráfico humano, del abuso y de la explotación, que claman a gritos apoyo y respuesta de nuestra parte.
4. Frente a estas situaciones, la Iglesia nos pide a voces que abandonemos nuestras comodidades para ir a las “periferias” y trabajemos para que el Reino llegue a su cumplimiento. Se nos invita a escribir una nueva página del Evangelio con creatividad y audacia mazenodianas.
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Reconocemos que los pobres nos evangelizan y nos enseñan, y aceptamos con gusto su contribución a la autenticidad de nuestro carisma.
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Nos comprometemos a vivir en comunidades misioneras fundadas en un espíritu fraterno y en un compartir recíproco en nuestros esfuerzos por derribar las barreras que separan y dividen a las personas. Promoveremos la interculturalidad en todos los niveles, en los que las culturas, las religiones, y las diversas comunidades puedan dialogar y enriquecerse mutuamente.
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Daremos testimonio de los profundos lazos que unen a todos los seres humanos, tanto en nuestra vida cotidiana y los encuentros personales de toda índole como en los cuerpos colectivos en los que se toman las decisiones. Partiendo del carisma de San Eugenio, contribuiremos a la defensa de los valores de la familia, los refugiados y migrantes, y de todas las personas víctimas de la injusticia, la violencia o el abuso.
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Participaremos en los esfuerzos por el cuidado de la integridad de la creación frente a la degradación medioambiental. Seguiremos fortaleciendo nuestro compromiso con la Justicia, Paz e Integridad de la Creación (J.P.I.C.).
- Estamos comprometidos en la defensa de los menores y de los más vulnerables, habiéndonos concienciado por los recientes escándalos en la Iglesia y en la sociedad.
5. Sabedores de nuestras infidelidades, nuestra pobreza, y nuestra propia necesidad de conversión:
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Nos comprometemos a fortalecer nuestro espíritu de familia y la calidad de nuestra vida comunitaria, a ejemplo de Jesucristo con sus discípulos, tal y como hicieron S. Eugenio de Mazenod y sus primeros compañeros.
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Nosotros, oblatos hermanos y sacerdotes, oímos la llamada a la santidad, y valoramos la vida religiosa misionera, aceptando la interdependencia y la responsabilidad de unos para con otros.
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Optamos por fortalecer los modos en que vivimos la interculturalidad en comunidades internacionales y en la sociedad, presentes como estamos en cerca de 65 países de todo el mundo.
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Hemos decidido aumentar el intercambio de personal y de los demás recursos de la Congregación, para fomentar una mayor equidad y generosidad entre nuestras unidades oblatas.
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Daremos pasos para prepararnos, a lo largo de toda nuestra vida, en áreas de la antropología y de la misionología, así como en el estudio de las finanzas y los medios de comunicación social, para responder mejor a las exigencias del mundo de hoy.
- Renovamos nuestro apoyo a la preparación y capacitación de los laicos a los que somos enviados y con los que compartimos una común misión.
6. Como “discípulos misioneros” de Cristo, que se entregó por nosotros, escogemos ser testigos allí donde vivimos de la alegría que mana del Evangelio.
Nuestra vocación es hacernos misioneros de la misericordia y de la esperanza, embajadores de la ternura del rostro paterno y materno de Dios, a semejanza de la Virgen María, nuestra Madre Inmaculada, que meditaba todas las cosas en su corazón. Así, ofreceremos testimonio de la familia de Dios, una familia sin fronteras, en diálogo con las culturas y religiones de nuestro tiempo.
Por intercesión de San Eugenio de Mazenod y de todos los santos y mártires oblatos, respondemos a las inspiraciones del Espíritu Santo: “Nos ha enviado a evangelizar a los pobres. Los pobres han recibido la Buena Nueva.” “¡Qué inmenso campo se nos abre!”
Roma, 10 de Octubre de 2016
Los capitulares del 36º Capítulo general