Un acontecimiento “Lázaro”.
Publicado originalmente en OMIWORLD.ORG
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El P. Alfred CHARPENTIER es el Director del Hogar S. Esteban, en Les Cayes, Haití. Nos cuenta una hermosa experiencia que vivió recientemente.
Durante la cuarta semana de Pascua, a mediados de Abril de este año, (2016), todo iba bien en el Hogar S. Esteban para ancianos sin recursos de la ciudad de Les Cayes, Haití. Teníamos la casa llena de residentes (al menos así creíamos), 23 hombres y 17 mujeres. Manteníamos aún el clima de Pascua en todas las celebraciones y eventos de la temporada: ¡Cristo ha resucitado!
El viernes por la tarde, al volver de una visita rutinaria al Hogar, una delegación de una parroquia cercana me esperaba en la casa de la misión: el párroco, el P. Adam, y 3 miembros de su parroquia de Arniquet. Nunca podría haber imaginado lo que iban a compartir conmigo aquel día.
Estos buenos Samaritanos estaban muy preocupados con un anciano de más de setenta años al que, decían, recientemente habían expulsado de la plaza del pueblo, cerca de la iglesia y del cementerio a altas horas de la noche, y sorprendentemente, se las habían apañado para introducirse en el cementerio y vivir de cualquier forma entre dos criptas, cubierto sólo con hojas de palmera. La gente le observaba, a veces le llevaba comida y bebida, etc., pero no sabían qué hacer con él, hasta que alguien mencionó el Hogar S. Esteban para pobres ancianos de Les Cayes, el único Hogar de la zona que podía responder a estos casos. Tuve que decirles que nuestra casa estaba al máximo de su capacidad, pero que trataríamos de hacer un hueco lo antes posible; al menos no recibieron un “no” como respuesta.
Entonces comenzó la estación de lluvia, con intervalos regulares de lluvias intensas y lloviznas. Lo vi como una señal del cielo: ¡haz algo ya! El lunes, 25 de Abril, enviamos a nuestro explorador, Yvenel, a ver cómo estaba el residente del cementerio con una cámara para sacar fotos.
Después de ver las fotos y oír el informe de nuestro empapado explorador, llamamos a la parroquia y dijimos al P. Adam que en el Hogar había un lugar para su Lázaro. Pudieron traerle a primera hora del día siguiente. Fue fácil convencer a los residentes del ala de los hombres para que se apretujaran un poco e hicieran hueco a Lázaro, una vez que oyeron las razones. Precil, (ciego y enfermo) y Alphonse (incapaz de andar) se pusieron de acuerdo para tener a un tercer residente con ellos. Después de todo ambos habían sido a su vez rescatados de la calle años atrás en condiciones similares. Y así, nuestro Lázaro llegó finalmente en un lluvioso martes, en la furgoneta de un voluntario, acompañado por extraños (incluyendo a un sacerdote), todos ellos buenos Samaritanos.
Nuestro Lázaro se presentó como Nicolas Ajeun (en francés ajeun significa ayunar). En silla de ruedas, débil y perturbado, incapaz de caminar, con mucha hambre y aterido de frio. En las pocas semanas que estuvo bajo nuestro cuidado, ha recuperado su memoria, come como un caballo y, con terapia varias veces al día, logra moverse por la casa con su andador. Los doctores dicen que tiene ahora una salud relativamente buena. Pronto, si sigue esforzándose, podrá retomar su propia vida. Nicolás es ahora uno más con sus compañeros, a los que se da a conocer. Todo lo que sabemos de él es que procede de una parroquia oblata de la cosa sur,Les Anglais. Se mudó a un lugar llamado La Ferme, a pocos kilómetros de donde le encontramos; tiene 5 hijos (que no aparecen) y trabajaba en el campo.
En nuestra reciente celebración y fiesta de Pentecostés (tratamos de celebrar cuantas más fiestas y celebraciones como nos sea posible para romper la rutina y divertirnos juntos), por fin, empezó a sonreír. Sí, ¡Una vez más, Lázaro ha resucitado y ha salido de su tumba! Algún día quizás descubramos, ¿Por qué él? ¿Por qué nosotros? En este Año Santo de la Misericordia, el Señor nos llama a todos, incluso a los más pobres de los pobres, a ser misericordiosos con todos.