Plaza Arzobispo Marcello Zago
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Villorba, lugar de nacimiento del 11º Superior General de los Oblatos, ha cambiado el nombre a una plaza de la ciudad en honor de su ilustre hijo: Piazza Arcivescovo Marcello Zago. La ceremonia del cambio de nombre de la plaza tuvo lugar el 1 de Marzo de 2016, en el 15º aniversario de la muerte de Mons. Zago. En el momento de su muerte, era Secretario de la Sagrada Congregación para la Evangelización de los Pueblos.
Entre los diversos discursos dados durante la dedicación, su sobrina, Manuela Zago, habló también de su querido tío:
Me gustaría recordar al Padre Marcello en el 15º aniversario de su muerte y compartir con ustedes, aunque sea sólo de manera breve e incompleta, lo que animaba su vida religiosa. Como muchos de ustedes ya saben, el P. Marcello nació a tan sólo unos pasos de esta plaza.
Toda su vida estuvo consagrada a la Iglesia misionera. Él mismo reveló el secreto de su misma personalidad y de su fructífera actividad en su testamento espiritual. En efecto, escribía: Para mí, hay tres cosas importantes: Jesucristo, la Iglesia y la misión.
Un hombre, un religioso al servicio de la Iglesia, estimado por el Papa Juan Pablo II, pero también un maestro de humanidad que comunicaba de muchas formas.
Prestaba atención a cada persona con la que se encontraba, fuera creyente o no, o de una religión diferente; la acogida que ofrecía a todos y a cada una era personal y sincera.
A pesar de sus muchas e importantes responsabilidades, siempre mantuvo la humildad y la sencillez propias de las familias de siempre de este lugar.
Había sido misionero en Laos durante bastantes años; allí alimentó una pasión por el estudio de las lenguas orientales y del Budismo. Fundó allí un centro de estudio e investigación que le permitió tejer maravillosas relaciones con las autoridades civiles y religiosas.
En 1973, por primera vez, acompañó a una delegación de las principales autoridades budistas de Oriente en un encuentro con el Papa Pablo VI.
Es posible encontrar un resumen de su celo misionero y de su experiencia en Laos en una entrevista que ofreció en el año 2000, con ocasión del Año Jubilar, poco antes de su muerte. He aquí sus palabras:
“Podría decir que experimenté mi mayor alegría por la tarde, después de haber encontrado a tantas personas, gente sencilla, intelectuales, monjes budistas. Me di cuenta de que, en cierto modo, había compartido el mismo amor de Dios para con ellos, y es entonces, cuando percibí que también ellos estaban buscando esta suprema realidad, no sólo como una realidad indefinible, como dicen en el Budismo, sino como alguien que tiene también un corazón que ama a las personas reales.
Creo que en esos mismos momentos, más que en otros, he visto mi vocación plenamente realizada.”
El P. Marcello, con el testimonio de su vida, nos ha dejado una preciosa herencia, un bien que guardaremos con cariño.