Corea: Una “Puerta Santa” especial
Publicado Originalmente en OMIWORLD.ORG
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l P. Vincenzo BORDO nos habla de una iniciativa especial para el Año Santo de la Misericordia.
Alentados y espoleados repetidamente por ese “entrañable anciano” llamado Papa Francisco, no nos hemos podido resistir y nos hemos dejado arrastrar hasta su mundo ideal. “Dejar tus cómodas y queridas iglesias e ir hasta las peligrosas y sucias periferias de la humanidad. Buscar a los pecadores, los rechazados, los marginados, los últimos en nuestra sociedad y acercarles a la misericordia de Dios”.
Con este espíritu, el Papa ha inaugurado el Año Santo y ha abierto la “Puerta de la Misericordia” en cada diócesis para que todos podamos atravesar el umbral y recibir gracia y perdón con la esperanza de una vida mejor. Guiados por sus palabras, también nosotros hemos salido de nuestro hermoso Centro que tanto bien hace (cada día sirve 550 comidas a los pobres), para aprender que hay más lugares por explorar, más allá de las miserables situaciones que ya atendemos y a las que ayudamos: los sin-hogar. Así, para ir más lejos, hacia las periferias, allí hasta donde nadie llega, hemos comprado un autobús.
Lo hemos equipado para poder atender toda contingencia, y en las frías noches de invierno hemos ido a las zonas peligrosas de la ciudad en donde hemos descubierto una forma de pobreza aún más dramática: LOS NIÑOS DE LA CALLE. Niños y niñas, adolescentes y jóvenes que, a causa de la violencia, el acoso, el abuso… abandonan sus casas para sobrevivir en las terribles noches fuera de los límites de las áreas de la “buena vida”: clubes nocturnos, discotecas, karaokes, salas de apuesta, ropas de moda, coches de gran cilindrada, drogas… distritos deslumbrantes con sus luces de neón, atractivas por su oferta de una felicidad fácil de alcanzar, pero con un influjo letal para aquellos demasiado jóvenes y faltos de experiencia en la vida.
Y mientras Francisco ha abierto la Puerta Santa de Roma, con la autorización del obispo, nosotros hemos inventado una “Puerta Santa”. La puerta de nuestro autobús se ha convertido en la “Puerta de la Misericordia”. De hecho, los que pasan por la “Puerta Santa” del Jubileo reciben una indulgencia jubilar. Pero quien entra por la “Puerta Santa” de nuestro autobús es invitado a practicar todas las Obras de Misericordia con los que encuentran en la calle. Es una puerta que busca “hacer santos” a cuantos entran por ella.
Como los 1.200 misioneros del Papa Francisco que patrullan las calles del mundo llevando a todos el don de la reconciliación, del amor de Dios y de Su infinita misericordia, también nosotros con nuestro autobús llevamos a lo recóndito de nuestra ciudad la “Puerta Santa de la Misericordia” invitando a todos a cruzar este maravilloso umbral que lleva a hacer el bien y a comprometerse a ayudar a los más pequeños de entre los pequeños, niños abandonados por sus propios padres y por la sociedad, niños que son atraídos al inframundo.
Este es nuestro jubileo… no uno hecho de oraciones que deben ser recitadas mientras estamos cómodamente sentados en una hermosa iglesia, entre aromáticos inciensos, sino de una vida vivida junto a los desposeídos. Consiste en hechos y obras de misericordia practicadas en las nauseabundas e inhumanas áreas de nuestras ciudades. ¿No es tal vez éste el espíritu del Papa Francisco? ¿No es a esto a lo que nos está invitando y lo que él mismo hace en sus viajes?
Este “entrañable anciano”, mucho más alegre y entusiasta que muchos jóvenes va por ahí gritando, como si se jugara la vida, que el Cristianismo no es tanto una hermosa y encantadora moralidad que haya que practicar, u oraciones que haya que recitar en ceremonias rutinarias o solemnes, sino una persona que vive, que está en medio de nosotros: Jesús, alguien a quien amar y seguir por el camino del amor misericordioso, por las calles de la vida.