Carta del Superior General a la Congregación para el 17 de febrero 2016
Publicado Originalmente en OMIWORLD.ORG
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¡Feliz fiesta! Este 17 de Febrero celebramos el 190 aniversario de la aprobación de nuestras Constituciones y Reglas por el Papa León XII en el marco del 200 aniversario de nuestra fundación. Este año del Trienio Oblato nos ofrece los temas de la misión y del voto de obediencia. La Exhortación Apostólica del Papa Francisco, Evangelii Gaudium, nos indica el camino al hacernos oír, como si de la primera vez se tratara, la invitación a participar en la misión de la Santísima Trinidad.
En este año jubilar tan especial querría invitarnos a todos a reflexionar sobre el carisma oblato, don inmenso que nos mueve a agradecer profundamente nuestra vocación como Misioneros Oblatos de María Inmaculada. El carisma oblato, un don del Espíritu para toda la Iglesia, puesto en nuestras manos a través de Eugenio de Mazenod, es de vital importancia para la Iglesia y para los pobres. Estoy convencido de la relevancia de nuestro carisma, hoy y en el futuro. En este día de fiesta me gustaría compartir con ustedes algunas de mis muchas razones para dar gracias a Dios por el carisma que vivimos. Son también mis motivos para tener una inmensa esperanza en el futuro de la Congregación.
Estoy inmensamente orgulloso de los sacerdotes y hermanos oblatos que, por todo el mundo, viven cerca de los pobres. Los oblatos somos sencillos, humildes, disponibles y accesibles, y hablamos el lenguaje de los pobres. Es algo especial, completamente único en nosotros, que nos identifica y nos une de un modo especial a los pobres. Lo hemos heredado del mismo Eugenio y de nuestros primeros misioneros.
Vivir cerca de los pobres y de los más abandonados nos lleva a vivir en las periferias, y esto puede ser peligroso. Vivimos en zonas en las que los pobres están abandonados y sus derechos fundamentales a menudo son desatendidos o violados. Estamos presentes en lugares de gran tensión, de conflicto, en los que la vida humana está constantemente en peligro. Quisiera expresar nuestra gratitud a todos los hermanos oblatos que perseveran en la misión a pesar de las amenazas de violencia y de muerte. Toda la Congregación vive unida en la oración con ustedes y con sus fieles, que llevan adelante con fortaleza y perseverancia la misión de Cristo.
Doy gracias a Dios por la vitalidad de nuestro carisma manifestado en la forma en que los oblatos condenan la injusticia, la discriminación, la violación de los derechos humanos, el racismo, el tribalismo, el sexismo y los prejuicios en contra de los pobres, las tribus y los pueblos indígenas, etc. Nuestra Congregación es bien conocida dentro y fuera de la Iglesia por nuestro compromiso y por la prioridad que damos a la justicia, paz e integridad de la creación.
Les invito -nos invito- a contemplar con ojos nuevos a nuestros santos oblatos y a dar gracias a Dios por estos hombres que nos muestran la senda de la vida de santidad. Fieles a nuestro carisma, nuestro Fundador y el Beato José Gerard nos muestran el poder de la gracia que les transformó a lo largo del tiempo hasta hacer de ellos santos sorprendentemente humanos en su santidad. Cuán agradecidos estamos por nuestros mártires oblatos, José Cebula, los mártires oblatos de Pozuelo y de Laos que dan testimonio de una radical oblación. ¡Es maravilloso ver cómo conectan los jóvenes con nuestros santos oblatos! Doy gracias también a las distintas unidades oblatas y a sus superiores mayores que han oído el reto del Proyecto Inmensa Esperanza y la “llamada a una profunda conversión personal y comunitaria a Jesucristo” tal y como nos lanzó el Capítulo General de 2010. ¡Con gran valentía, estas unidades están renovando la vida de comunidad apostólica, la misión con los pobres y establecen prioridades claras a la luz del personal, de las finanzas y de la llamada del Espíritu!
Un signo de nueva vida que se está dando en todo el mundo y por la que estoy muy agradecido es la nueva conciencia sobre la promoción vocacional y nuestra responsabilidad colectiva a la hora de invitar a jóvenes a unirse a nosotros. ¡Es un cambio sorprendente que se ha producido en los últimos veinte años! Provincias que habían perdido la esperanza en nuestro futuro y habían dejado ya de invitar a jóvenes a unirse a nosotros se han replanteado esta actitud y, con fe renovada, trabajan ahora para promover el ministerio vocacional con visión y osadía proféticas.
Muchos jóvenes oblatos, profundamente convencidos de la relevancia del carisma oblato han luchado para fortalecer la pastoral vocacional y ¡les agradezco su resistencia! Podemos expresar nuestra gratitud por la gracia de nuestra vocación apoyando estos esfuerzos para que nuevos miembros se nos unan. Podemos detener la tendencia del pasado a menguar y lograr estabilizar nuestras cifras e incluso crecer. Esto nos permitiría responder de manera más adecuada a las necesidades misioneras de la Iglesia.
Debemos reconocer y dar gracias al Espíritu que nos lleva a abrazar el nuevo campo de trabajo, “Misión con Jóvenes”, con un enfoque específicamente oblato. Los encuentros de Jóvenes Oblatos en conexión con las Jornada Mundial de la Juventud han promovido y profundizado esta conexión dinámica entre jóvenes y carisma oblato. ¡Es la obra del Espíritu!
También agradecemos el profundo apego de tantos laicos de todo el mundo al carisma oblato en una variedad de formas única y creativa. Es un signo vibrante de la vitalidad del carisma oblato y de su capacidad de atracción para con otros. Se da aquí una relación que nos enriquece a ambos, laicos que viven el carisma oblato y oblatos consagrados, en la misión, en la espiritualidad y en las distintas formas de relaciones comunitarias.
Doy gracias también por nuestros oblatos mayores que siguen viviendo con espíritu misionero. Allí donde voy encuentro siempre oblatos de cierta edad que sobrellevan la enfermedad y siguen interesados en la Congregación, preocupados con su misión e implicados, en la medida de sus posibilidades, en la atención a los pobres y a la Iglesia necesitada. El espíritu fraterno, la caridad, la fe y el gozo con el que nuestros misioneros ancianos siguen viviendo su oblación son sobresalientes. Ustedes siguen siendo misioneros oblatos, una fuente auténtica de gracia para la Congregación. ¡Gracias por su perseverancia y por el testimonio de su entrega! Pido a nuestros superiores que sigan asegurando un cuidado lleno de amor a nuestros ancianos, y ojalá todos nosotros les visitemos y oremos por ellos con frecuencia.
Estoy orgulloso de tantos oblatos cuya vida está llena de servicio, humildad y entrega silenciosa a los pobres de Dios, haciendo obras buenas increíbles por el pueblo de Dios. Son hombres de oración, comprometidos con la comunidad apostólica y testigos vivientes de los votos. Son los oblatos que hacen de nuestra Congregación una familia maravillosa y que nos santifican a todos con su santidad. Sus nombres quizás no aparezcan en los titulares de los periódicos o en las revistas más importantes, pero son testigos fieles en la vanguardia de la misión.
Algunas Congregaciones experimentan una gran dificultad para encontrar miembros dispuestos a aceptar el cargo de Superior Mayor. Nosotros tenemos la bendición de contar con hombres generosos y dispuestos que se alzan en completa disponibilidad para aceptar la llamada al ministerio del gobierno. ¡Qué espíritu de familia tan maravilloso!
Doy gracias a Dios por la comunidad internacional oblata del Centro Eugenio de Mazenod en Aix-en-Provence, comprometida en una vida de comunidad apostólica y en el ministerio de la animación del carisma. Son una bendición para la Congregación junto con el Servicio General de Estudios Oblatos y con todos los oblatos que trabajan en la animación del carisma de otras formas creativas. Reconozco con gratitud su labor y agradezco profundamente también a cada oblato que está al servicio de la vida y misión de la Congregación mediante distintos ministerios en la Administración General, de manera callada y fiel, aquí en la Casa General y en todo el mundo. ¡Gracias!
Un gran signo de la importancia que damos hoy a la formación es la renovada conciencia de lo importante que es preparar oblatos para el ministerio de la formación y la voluntad de los superiores mayores de liberarles para que se preparen. Me siento muy agradecido con todos nuestros formadores que acompañan a los jóvenes que se nos unen.
Finalmente querría dar gracias por nuestro vínculo con María Inmaculada, Madre de Misericordia. Su protección y su guía hacen de nosotros los formidables misioneros que somos. Su sonrisa a Eugenio de Mazenod aquel 15 de agosto de 1822 se perpetúa hoy para nosotros como prueba de su favor. ¡Sin duda alguna Dios nos bendice!
Hay muchas más razones para alegrarnos y celebrar la gracia de nuestra vocación. Querría pediros que en nuestras celebraciones comunitarias del 17 de Febrero las sigamos enumerando: todas las bendiciones que hemos recibido como Congregación y expresar así nuestra acción de gracias a Dios por nuestra vocación oblata. Ya sea en la mesa del comedor, en la sala de comunidad o durante la oración en la capilla, por favor, creen una atmósfera fraterna favorable en la que cada uno pueda expresar su agradecimiento por la gracia de pertenecer a los Misioneros Oblatos de María Inmaculada.
¡Feliz Fiesta!
Su hermano oblato en Jesucristo y María Inmaculada,
Padre Louis Lougen, OMI
Superior General