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Algunos consejos del Fundador sobre la formación

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Por Cornelius Ngoka OMI, Asistente General  

555-cornelius new - CopyA lo largo de todo el año hemos orado y reflexionado sobre la formación como camino de conversión para toda la vida. Hemos vivido encuentros para compartir la fe y experiencias, hemos podido hacer gestos concretos de conversión. Pronto comenzaremos el tercer año del Trienio oblato que nos llevará a la celebración de aquel día en que, 200 años atrás, la primera comunidad oblata se reuniera en Aix-en-Provence el 25 de enero de 1826. En su carta de solicitud a los Vicarios generales de Aix, San Eugenio y sus primeros compañeros precisaban que “si han preferido formar una comunidad regular de Misioneros es porque intentan ser útiles a la diócesis, al mismo tiempo que van a trabajar en su propia santificación, como pide su vocación” (Selección de textos, 5).

Para el Fundador, la formación y la renovación eran parte integral del ser misionero. Estaba convencido de que el futuro dependería siempre del nivel de formación de los oblatos, en todos los niveles. He aquí algunos extractos de las cartas; dejemos que Eugenio de Mazenod nos hable de la formación, con el lenguaje de su tiempo, pero con una convicción y una visión que llegan hasta hoy, interpelándonos:

“Veo con pena que te estás sobrecargando de trabajo; de ningún modo apruebo ese sistema; tiene el doble inconveniente de agotar a tus súbditos y de mantenerlos demasiado tiempo fuera de casa (…). En nombre de Dios, hay que volver al interior de la Comunidad para renovarse en el espíritu de la vocación, de lo contrario, se acabarán nuestros misioneros; pronto no serán más que unos platillos que aturden” (Al padre Guigues, superior de Ntra. Sra. de l’Osier, 27 de mayo de 1835, enSelección de textos, nº 255).

EdM 244b

San Eugenio de Mazenod

“Pero nunca pierdas de vista que trabajas por Dios, que está en juego la gloria de su nombre y que la Iglesia te pide ese servicio. Quiero decirte que hay que sobrenaturalizar los estudios, santificarlos con una gran pureza de intención, abandonando todo amor propio, sin buscarse uno para nada; empleando este medio, los autores profanos pueden elevar a Dios igual que los Padres de la Iglesia” (Al P. Mille, superior en Billens, Suiza, 3 de enero de 1831, en Selección de textos, nº 463).

“Si, no hay duda que debes tener una justa moderación en el trato con los hombres que se te han confiado. Mucha suavidad en los modales, pero gran rigor en la regularidad y en la observancia de las Reglas a las que hay que acostumbrarse para formar así una especie de naturaleza que se mantenga a lo largo de la vida” (Al P. Mouchette, nuevo moderador de escolásticos en Ntra. Sra. de l’Osier, 9 de julio de 1853, en Selección de Textos nº 459).

“Iba a decirte que les inculcaras la renuncia a si mismos, a su amor propio, y la obediencia tal como la entienden nuestras Reglas y tal como se practica en toda Congregación u Orden que marche bien, y el celo por su propia santificación, para merecer trabajar en la santificación de los demás (…). Te ruego que les exijas también que sean educados, honrados y corteses. No consientas ninguna grosería” (Al P. Bellón, moderador de escolásticos, 30 de agosto de 1844, en Selección de textos nº 458).

“Las noticias satisfactorias que me das de tu comunidad de Montolivet me colman de consuelo. Mis ojos y particularmente mi corazón están vueltos incesantemente hacia esos queridos hijos, esperanza de nuestra familia. Gozo viéndoles comprender la nobleza de su vocación y viéndoles trabajar con resolución para ser religiosos santos” (Al P. Mouchette, moderador de escolásticos, 11 de marzo de 1860, en Selección de textos nº 461).

“Que el sacerdote Viguier haga un buen noviciado; no se limite a lo superficial; hágale practicar todas las virtudes; fórmelo en el amor a la pobreza, en la obediencia, en la más completa abnegación de sí mismo, en espíritu de mortificación, en humildad. Lo que digo para él recomiendo, igualmente, para los demás” (Al P. Tempier, 18 de junio de 1821, en Selección de textos, nº 430).

“El maestro de novicios tiene que dedicarse por completo a su cometido. Por consiguiente nunca se le debe apartar de su ocupación habitual junto a los novicios a los que debe, por así decirlo, incubar como la gallina incuba sus pollitos. Si alguna vez el superior quiere darle algún trabajo, el maestro de novicios deberá combinar con él el tiempo para que el noviciado que es, hablando con propiedad, su único cometido, no sufra” (Al P. Courtés, 3 de octubre de 1834, en Selección de textos nº 435).

El compromiso de vivir la formación como experiencia de conversión continua nos dispone a renovar nuestro “si” al Señor, a ejemplo de María Inmaculada, en fidelidad siempre creativa.

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