por el Padre Salvador (Chava) Gonzalez, OMI                                 Haga clic aquí para leer en ingles
Estamos viviendo momentos muy especiales como familia de Dios.

La visita del Papa Francisco a nuestro país nos muestra que nuestros tiempos   Son momentos oportunos para hacernos juiciosos de la importancia de la familia como unidad básica de la sociedad, como lugar privilegiado para la educación, como promotora del desarrollo y de la paz y como ambiente original para la transmisión de la fe.

Infortunadamente, en los últimos años, han surgido graves desafíos y amenazas para la familia.

En primer lugar, se ha difundido un pensamiento de la vida marcada por el materialismo, el egoísmo y  el erotismo que afecta la capacidad humana de cada persona para entregarse generosamente al otro en el hogar.

A esto se agrega, como consecuencia, el aumento creciente de infidelidades, de separaciones y de divorcios, así como de violaciones y delitos sexuales especialmente contra los menores.

Por otra parte, han disminuido los matrimonios y el número de hijos.

Igualmente, han surgido ataques ideológicos contra la familia. Como resultado, la familia pierde su identidad y su misión.

La Iglesia Católica, consciente de estos riesgos, a los que se unen la situación de pobreza,  se ha constituido la defensora de la familia. Desde 1983, la Santa Sede dio a conocer la Carta de los Derechos de la Familia, en la que se relatan y establecen los derechos que deben ser reconocidos a las familias y que todavía no están vigentes en algunos países. San Juan Pablo II se unió a la celebración del Año Internacional de la Familia, en 1994, con la publicación de la Carta a las Familias, donde señala que “el modelo originario de la familia hay que buscarlo en Dios mismo, en el misterio trinitario de su vida”.

La familia es la obra suprema de la creación. Dios, después de haber creado todas las cosas y los animales, creó al hombre, varón y mujer, a su imagen y semejanza, para que fueran generosos en dar vida.

Este misterio inefable se manifiesta en la encarnación, cuando la Sagrada Familia de Nazaret, se vuelve el icono sacramental de la Familia Trinitaria. Y se refleja también en la Iglesia, llamada a ser la familia de los hijos de Dios.

La familia, basada en el matrimonio como comunión de vida y amor fiel entre el varón y la mujer, constituye  uno de los valores más importantes de la humanidad. Su devaluación pone en peligro la perfección y felicidad del ser humano, la generación y educación de los hijos, el futuro y el progreso de la sociedad. Si tuviéramos familias bien conformadas superaríamos o aliviaríamos problemas como estos: maternidad temprana edad, maltrato infantil, deserción escolar, consumo de drogas, suicidio juvenil y tantas formas de violencia. Por eso la urgente invitación a promover la familia en el ámbito social, cultural, político y religioso. Promover a la familia cristiana  es promover un ambiente de amor.